Lo más preocupante es que no se avizoran acuerdos en los principales escenarios mundiales donde tienen lugar las cumbres y reuniones, sobre todo entre aquellas naciones que tienen el mayor poder económico y consumen el mayor número de materias primas y expulsan al medio ambiente gran cantidad de sustancias agresivas.
La producción de alimentos a nivel mundial se ve amenazada debido a las intensas sequías y las lluvias, mientras que los precios en el mercado internacional se disparan, aspecto que acentúa el hambre, la desnutrición y las desigualdades.
Muchos ignoran estos acontecimientos naturales que se lanzan con más fuerza cada año sobre la población mundial y a ello unimos la penetración del mar, la contaminación de las aguas y las grandes afectaciones a los pobladores.
Varias agencias de prensa comentan sobre las afectaciones en las producciones de arroz en Vietnam, segundo exportador después de Tailandia y otros granos que constituyen sustento en todo el mundo y si a eso le sumamos los derrames de petróleo en el mar, el uso desmedido de los productos químicos y los llamados basureros en zonas del Caribe, comprendemos lo poco que se cuida el entorno que habitamos.
Se trata de establecer políticas que ayuden a limpiar las playas, disminuir los gases de efecto invernadero y sustituir productos químicos por más ecológicos, porque cuidar el planeta es una misión de los seres humanos.
En Cuba se trazan políticas dirigidas a incrementar la materia orgánica, los abonos verdes y las producciones más limpias que resulten más nutritivas a quienes las consumen.
Las estrategias globales esperan por las llamadas grandes potencias para buscar soluciones a corto plazo y ayudar a conservar el medio en que habitamos antes que sea demasiado tarde.
La carrera armamentista es criticada por la comunidad internacional, una de las causas que acelera la destrucción del planeta, pues los poderosos quieren dominar las riquezas en un mundo cada vez más irracional e injusto, sin que ninguna de las organizaciones mundiales tome cartas en el asunto.
Hoy se escuchan malos augurios, sobre los riesgos apocalípticos y su posible irreversibilidad, sin embargo no se oye ningún mensaje esperanzador relacionado con proyectos globales para ayudar a sanar el planeta que está enfermo.
Por lo tanto cada ciudadano es responsable de cooperar en su radio de acción, limpiar, plantar árboles, incrementar los bosques y cuidar la flora y la fauna, tareas que en pleno siglo 21 tienen la mayor prioridad.